Los humanos vivimos en la continua dualidad estímulo/respuesta. La manera de reaccionar, única y personal actitud frente a la vida, abre paso al camino que hemos de recorrer a partir del momento presente. Es la respuesta o manera de afrontar el suceso lo verdaderamente importante, lo que hacemos con lo que nos pasa define la personalidad, si está en armonía, hay paz, bienestar y salud, de lo contrario abre paso a la enfermedad. El sistema Bach promueve la armonía, para cada emoción hay una actitud positiva para equilibrarla cuando está desbalanceada.
Los niños y los jóvenes, de ambos sexos, están en una etapa de formación de su personalidad, una esponja captadora del medio en que viven, empezando por el hogar, absorben lo percibido en el continuo interactuar con los adultos y demás integrantes de la sociedad, lo asimilan y transmiten casi en su integridad, alimentan la herencia con la experiencia cotidiana, crecen con la información y la experimentan en sus acciones para ratificar el aprendizaje.
A pesar de ello, o por eso mismo, los adultos tienen la obligación de entender que todo niño trae una misión para cumplir, un trabajo particular que hacer y nadie debe interrumpirlo ni contradecirlo para que pueda atender los dictados de su propia conciencia sin la interferencia o efectos dominantes de sus relacionados y familiares cercanos.
Los deseos personales de los mayores no deben dificultar la evolución del menor, no importa cuál sea su relación, padre, madre o hermano, tienen que entender que se trata de un ser único en proceso evolutivo a través de su propia experiencia y entendimiento y en su perfección debe responder sólo a los dictados del alma. La restricción de la libertad aflige al menor y produce desórdenes y conflictos de toda índole, el hogar, inicial centro de aprendizaje, no puede confundirse con una prisión donde el niño se vea en celda fría y triste que aflige y trastorna la mente, sino vivir a plenitud su libertad en medio de la alegría, la comprensión y el apoyo, sin motivos para el nerviosismo creador de enfermedades.
Igualmente, el profesor proporciona las oportunidades para adquirir conocimientos, da orientación, pero el estudiante accede al conocimiento a su manera, es una mente independiente, su reacción al estímulo es particular, singular y única, poco a poco irá absorbiendo con libertad e independencia lo que es necesario para su vida, según su propia visión y manera de enfrentar su mundo. Visualiza el éxito hacia el cual va encaminado como misión personal, que, necesariamente, tendrá que enfrentar los obstáculos que la tradición e influencias externas atraviesan en su recorrido, maneras de ser establecidas y pesadas como rocas difíciles de mover. El cariño y orientación cuidadosa de padres y educadores, comprensivos, inteligentes y amables expresan con claridad el significado de su deber consistente en propender por su independencia, libertad e individualidad, muy diferente al deseo codicioso, ansioso de moldear la joven personalidad a su manera.
Que nuestra palabra sea impecable para no herir a los demás o provocar reacciones negativas contra nosotros mismos. Las palabras “lo siento, perdóname, gracias, te amo”[1], aparentemente sencillas y fáciles de pronunciar adquieren un significado trascendental cuando se transforman en nuestro verbo y predicado. En los momentos de desesperación y desaliento mantener la alegría y la esperanza, rescatando la confianza y el talento propios para hacer frente a los tropiezos y a las zancadillas, imposibles de evitar en esta gran cruzada humanitaria. Perdonar sin amargura, sin sentimiento de culpa ni resentimiento. Escuchar la voz interior, portadora de consuelo y claridad mental, al asumir el compromiso de disfrutar la liberación que significa vivir en paz.
[1] Hoʻoponopono, arte hawaiano muy antiguo de resolución de problemas basado en la reconciliación y el perdón.
«Por lo tanto para ser un verdadero líder a través de los problemas, de las dificultades, la enfermedad, la persecución y otros obstáculos, el líder debe poseer un profundo conocimiento y una vasta experiencia, para que, con la ayuda de Dios, sus seguidores jamás sufran privaciones.»
Un sacrificado en casa, mártir de sus propias exigencias, inflexible consigo mismo con el propósito de convertirse en el modelo a seguir por parte de su pareja y verse imitad, es una forma de expresar la excesiva preocupación para que todo en el hogar sea un modelo de perfección.
La gran severidad emocional y el profundo sentimiento producen, generalmente, sensaciones muy diferentes a las esperadas, el protagonista se queda, entonces, con su sacrificio, el maltrato infligido y sin los resultados. El concepto de la vida ejemplar no tiene el mismo significado para todos y la pareja no tiene por qué ser víctima de las autoexigencias del cónyuge en la búsqueda de la perfección basada en la renuncia a los placeres del mundo y a la autodisciplina que castiga con exigencias a su propio cuerpo, la búsqueda de la perfección tiene maneras más aves y flexibles al alcance de todos.
La purificación y la grandeza espiritual no se consiguen de la noche a la mañana, exigen una obediencia prolongada a los mensajes místicos de la vida interior y a la entrega total a ellos que olvida todo lo externo, incluso las responsabilidades hogareñas. Víctima del estrés producido por su auto exigencia a la cual le pide más y mejores resultados, el candidato a santo, ignora el tremendo estrés de quien sufre su compañía que en lugar de modelo lo que hace es contagiar el desgaste físico y mental por la rigidez de las pautas de quien se ha fijado metas inalcanzables del perfeccionamiento humano y se entrega a ello de cuerpo y alma, no importando el sufrimiento y las limitaciones, el caos emocional hace su aparición y el matrimonio zozobra en aguas tempestuosas.
La visión fosilizada del martirologio confunde los paradigmas, encadena la conciencia y conduce a la pérdida de la vista de conjunto en los objetivos de la vida hogareña, concretos y posibles de alcanzar sin esfuerzos y sacrificios martirizantes, el compromiso ético y el servicio incluyen la alegría y la bondad, la relajación y la paz mental, el gusto por vivir que debe caracterizar la vida en pareja.
La admiración y el ejemplo deben provenir de, y promover, ambientes flexibles y alegres que puedan volar en atmósferas de paz y bienestar, alejadas del dolor y el sufrimiento, libres e independientes, flexibles y razonables, exponentes a toda hora del lado amable de la vida.
La dureza y sacrificio de la actitud empleada en el propósito de enseñar a los demás a través del sufrimiento propio, no atrae ni conmueve con facilidad, en cambio, al despertar su lado positivo hace más cálida la relación, más apto para su imitación, más fácil y atractiva su enseñanza, el modelaje impacta al ir más liviano, más sutil y menos doloroso, son aceptados sus ideales al bajarle intensidad y hacerlos más flexible y cambiar el rigor dogmático de sus regímenes y dar paso a una verdad mayor, caracterizada por más bondad y menos dureza consigo mismo.